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miércoles, 16 de julio de 2014

Recorriendo nustra historia desde lo Social, Economico y Politico

Las elecciones de 1946 resultaron en un nuevo triunfo claro del batllismo.
El período iniciado en ese momento va a ser denominado posteriormente “neobatllismo”, ya que si bien tenía continuidades con el primer batllismo mostraba también algunas diferencias claras, provocadas, entre otros factores, por los cambios operados en el escenario internacional y local.
Era clara la decadencia de los imperios coloniales y en especial la del Imperio Británico duramente afectado por la guerra.
La estrecha relación económica de nuestro país con el Imperio Británico nos hizo sentir los efectos de esa decadencia política y económica. Las inversiones de capitales británicos se restringieron, paralizando el mantenimiento y la renovación tecnológica imprescindibles de empresas de servicios como los ferrocarriles, el agua corriente y los tranvías, que van a quedar (aquejados de obsolescencia) disponibles para una nacionalización impuesta. 

En el plano nacional, la elección para la presidencia de la República de Tomás Berreta y su muerte en el desempeño del cargo en 1947 dio lugar a que Luis Batlle Berres asumiera la presidencia, significando no solo la predominancia del batllismo, sino también la del grupo que él lideraba. El ascenso de Luis Batlle al primer plano de la política nacional representaba la posibilidad de poner en marcha un proyecto político de renovación que lo identificaba a él y a su grupo con algunas de las líneas ideológicas del «primer batllismo»: industrialización, proteccionismo, estatización. Las propuestas del neobatllismo tuvieron una muy buena acogida en los sectores predominantemente urbanos: empresarios nacionales, obreros y el creciente funcionariado público. Al mismo tiempo se enfrentó con la oposición que provenía de importantes sectores vinculados al campo, como el de los grandes y pequeños propietarios rurales y asalariados del campo.

El triunfo electoral de 1950 del grupo gobernante impulsó la propuesta de una nueva reforma constitucional, que tenía como mayor innovación un Poder Ejecutivo colegiado que fue apoyado por los más importantes sectores políticos del país.
La nueva constitución entró en vigencia en 1952. Asimismo, a mediados de la década del 50, y en directa relación con cambios a nivel mundial y con los problemas económicos crecientes, se advierte una serie de transformaciones. Entre ellas destacamos el crecimiento de la oposición.
La situación de la postguerra era francamente favorable a la economía uruguaya y creaba las condiciones para el desarrollo de una industria sustitutiva de las importaciones de Europa y de Estados Unidos de Norteamérica.
Luis Batlle y su sector político adjudicaban a la industria un importante papel modernizador en el desarrollo del país.
Continúa el proceso de crecimiento del Estado; se nacionalizaron los tranvías (AMDET), los ferrocarriles (AFE) y las aguas corrientes (OSE). La estatización de empresas extranjeras de servicios públicos respondía a postulados caros a la tradición batllista. Pero se obtuvo por la vía de canjear empresas descapitalizadas y poco rentables por la deuda que Inglaterra había acumulado con Uruguay durante la II Guerra Mundial, por sus compras de carne y lana.
. La política económica del neobatllismo concitó el apoyo de los industriales y fundamentalmente de los sectores sociales medios y bajos urbanos, en tanto tuvo la oposición franca de los sectores agrarios. La oposición, que criticaba el “estatismo” y el “industrialismo”, encontró sus representantes naturales en el herrerismo. , a mediados de los años 50 la economía comenzó a presentar síntomas preocupantes.
Finalmente en 1958 el Partido Nacional ganó las elecciones nacionales. Esto se produjo en medio de un agitado clima político y social en el que confluían los reclamos de un sindicalismo fuerte y las luchas estudiantiles.
Asimismo se procuraba el logro de las nuevas leyes sociales y la consagración de la Ley Orgánica de la Universidad, mientras un Uruguay desconocido hasta entonces comenzaba a asomar en los barrios empobrecidos (los «cantegriles», bautizados en esos años así por ironía)
La victoria electoral del Partido Nacional manifestaba el rechazo de la mayoría de la población con la situación existente. Al mismo tiempo mostraba la consolidación de las estructuras democráticas que permitía sin mayores sobresaltos la rotación de los partidos en el poder después de 93 años de gobierno del Partido Colorado. Sin embargo, las desavenencias internas entre el ruralismo y el resto del partido ganador se manifestaron.
 Este período se caracteriza por:
•         Un panorama internacional dominado por la guerra fría y enfrentamientos preocupantes entre los dos polos de poder;
•         Una agudización de la crisis económica y social en el Uruguay en un crítico contexto latinoamericano;
•         El aumento de la conflictividad social y de las protestas sindicales;
•         Una serie de distintas propuestas políticas en el plano nacional, muchas veces enfrentadas entre sí para salir de ella;
•         La inclusión de los dos períodos del gobierno blanco y la vuelta al poder del Partido Colorado en 1967;
•         Una radicalización en aumento entre una extrema derecha y una extrema izquierda que descreían crecientemente de la democracia formal.
•         Las “novedades” de la guerrilla y la violencia política.
•         Otra reforma constitucional como “remedio” a los males del país.
•         La progresiva inoperancia del Estado y el consecuente descreimiento en los partidos políticos.
•         El debilitamiento de las instituciones ante la desconfianza pública.Rápidamente,
se agregó el impacto por la muerte del líder máximo del herrerismo en abril de 1959: Luis Alberto de Herrera.
La crisis económica no cedía sino que se agravaba y aumentaba de manera notoria la conflictividad social, tanto en el terreno publico como en el privado. La disconformidad también llegó a los sectores rurales que no vieron colmadas sus expectativas. Y es en este clima donde se produjeron las nuevas elecciones, con el triunfo de otros sectores del Partido Nacional agrupados en 1962 en la UBD (Unión Blanca Democrática), pero con un menor margen que en las anteriores elecciones, lo que redujo sensiblemente su representación parlamentaria.. La persistencia de la crisis económica agudizó los problemas sociales y estimuló la división en el interior de los partidos tradicionales acerca de cómo enfrentarla. Al mismo tiempo se unificó por primera vez el movimiento sindical con la instauración de la Convención Nacional de Trabajadores del Uruguay.

. Las elecciones de 1966 dan como resultado el triunfo del Partido Colorado con la candidatura del General Oscar Gestido como presidente y de Jorge Pacheco como vice presidente. Simultáneamente se aprobó la reforma naranja, presidencialista, que daba al Poder Ejecutivo mayores potestades.
Pero la crisis económica y social no cedía y las reacciones del nuevo gobierno se hicieron sentir a partir de la aprobación de las “medidas prontas de seguridad”. Entre ellas, detenciones de dirigentes sindicales y censuras a la prensa, provocando las renuncias de políticos discrepantes a sus cargos de gobierno.
La muerte de Gestido llevó a la Presidencia de la República a Jorge Pacheco y a un recrudecimiento de una política crecientemente autoritaria, que se manifestó en el ataque a grupos políticos de izquierda, censura y cierre de la prensa opositora y la implantación nuevamente de medidas prontas de seguridad. Se podría caracterizar este momento histórico como un período de “radicalización de posiciones”
. Hubo en este período un deterioro manifiesto de la institucionalidad democrática que había caracterizado al Uruguay en la mayor parte del siglo XX.
Por un lado, desde el gobierno -en especial desde el Poder Ejecutivo- se proponían y llevaban a cabo medidas tendientes a la restricción creciente del ejercicio de las libertades individuales. Paralelamente, y en una estrecha interrelación, grupos cada vez más radicalizados de izquierda como el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), surgido en 1962, proclamaban la lucha armada como única solución.
. Para el MLN la lucha contra el poder de los EE.UU. , sólo podía ser viable en un proceso de unidad latinoamericana. De ahí su estrategia de lucha continental y de solidaridad entre los movimientos revolucionarios de América Latina. En este sentido el MLN se ubicaba en la idea de “crear muchos Vietnam” según la fórmula de Ernesto Guevara.
En ese contexto radicalizado comenzó una difícil campaña electoral en la que nuevamente se propuso una reforma constitucional que permitiera la reelección inmediata del presidente de la República Pacheco Areco y que tenía como novedad electoral la obligatoriedad del voto.
El triunfo del Partido Colorado como lema más votado y, dentro de él, el sublema “Unión Colorada y Batllista”, que llevaba como candidato a Juan María Bordaberry, una persona casi sin antecedentes políticos. En tanto, la posibilidad de la reelección no consiguió los votos suficientes. Sin embargo, el candidato más votado, pero no electo debido a la ley de lemas, había sido Wilson Ferreira Aldunate, perteneciente al Partido Nacional. Éste era uno de los más francos opositores a la política del gobierno, y fue quien denunció, con el apoyo de su partido, maniobras de fraude electoral, pidiendo sin éxito la anulación del escrutinio.

El nuevo período se caracterizó por un aumento de la violencia y de la radicalización de los extremos, con una entrada en escena de las Fuerzas Armadas (setiembre 1971), que encabezaron la lucha contra la guerrilla, a la que desarticularon a lo largo del año 72. En un marco político nacional, de franco deterioro de los mecanismos institucionales y democráticos  se produce el golpe de Estado dado por el propio presidente de la República, Juan María Bordaberry, con el apoyo de las Fuerzas Armadas y de algunos sectores políticos como la Unión Colorada y Batllista.
Se disolvieron las Cámaras y se inició la persecución de todos aquellos que se consideraron enemigos, entre los que se encontraba la casi totalidad de la clase política.

Durante la presidencia de Jorge Pacheco- se caracterizó por una continuación de la crisis. La inestabilidad económica parecía instalada y se manifestaba, entre otros síntomas, en una inflación permanente -que llegó en 1968 al 182%- y en devaluaciones de la moneda que beneficiaban sobre todo a los sectores exportadores y perjudicaban a los grupos más débiles (empleados, jubilados y pequeños productores). En este contexto se intentó lo que se llamó una “política estabilizadora”, congelando precios y salarios. No obstante, los problemas de la inflación, del desequilibrio entre exportaciones e importaciones, una mayor deuda externa y una capacidad productiva sensiblemente disminuida no estaban solucionados.

El año 76 mostró en primer lugar un aumento de la represión, y en segundo lugar las crecientes diferencias entre las Fuerzas Armadas y Bordaberry, que terminaron en el relevo de este último el 12 de junio, aplazando asimismo sin fecha las elecciones. Por otra parte, la sociedad uruguaya se vio profundamente conmovida en mayo por el asesinato en Buenos Aires de dos ex legisladores, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
Hubo un intento de consolidación institucional que ignoraba a la clase política -a la que acusaba de relaciones con la subversión marxista- y proclamaba la necesidad de una “renovación total”. Al mismo tiempo comenzaban los problemas con el gobierno norteamericano y con organismos internacionales que reclamaban por el avasallamiento de los derechos humanos en el país. Una de las fuentes de estos reclamos se debió a la acción de políticos en el exilio como Wilson Ferreira Aldunate.



En 1980 el proyecto de reforma constitucional es plebiscitado, acompañado de una gran campaña política a favor y la crítica a los opositores. A pesar de las previsiones, el Sí (42% de los votos) fue derrotado por el No (57,9% de los votos). Las organizaciones sociales, religiosas y sindicales -así como la clase política en su gran mayoría- se habían movilizado en silencio, sorprendiendo profundamente al gobierno militar.

. La “transición democrática” (1980-1985) estuvo claramente impregnada por el resultado de las urnas. La propuesta militar mostraba un gran desconocimiento de la sociedad uruguaya. Y a pesar de algunos intentos últimos -como la formación de “un partido del proceso”- se iba casi inevitablemente hacia la democracia.
De cualquier manera, en ese período fueron cada vez más frecuentes los contactos entre políticos y militares en la búsqueda de una “salida pactada”. En ese marco se realizaron las elecciones de noviembre de 1984.
En diciembre de 1986 el Parlamento votó la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Luego del proceso de junta de firmas, el referendum se concretó en abril de 1989 y dio la victoria a quienes abogaban por la ratificación de la ley: un 55,44% del llamado voto amarillo contra el 42,42% del voto verde.

La ley entregaba la llave de toda posibilidad de investigación y  búsqueda al Poder Ejecutivo, el que además debía decidir que casos se investigarían y quiénes los llevarían adelante. El entonces presidente Julio María Sanguinetti ratificó su convicción de que la Ley debía significar un “punto final”, esta misma postura tuvo Luis Alberto Lacalle y Sanguinetti en su segunda presidencia.


Jorge Batlle avanza en la búsqueda de la verdad al acordar con Familiares la creación de la Comisión para la Paz. El gobierno de Tabaré Vázquez se  comprometió a continuar con las investigaciones  y ordenó la realización de  excavaciones  en donde según se informara se encontraban enterrados los restos de los detenidos desaparecidos. La justicia,  durante el gobierno de Vázquez,  ha procesado a varios de los militares y civiles comprometidos con la violación de los derechos humanos durante la dictadura.

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